“»Oh Dios mío, me he atrevido a elevarte mi oración porque has revelado a tu siervo que construirás una casa para él, ¡una dinastía de reyes! Pues tú eres Dios, oh Señor, y le has prometido estas cosas buenas a tu siervo. Ahora te ha complacido bendecir la casa de tu siervo para que permanezca para siempre delante de ti. ¡Pues cuando tú concedes una bendición, oh Señor, es una bendición eterna!».(1 Crónicas 17:25-27)
Leyendo esta oración que hizo el rey David, me hizo meditar en lo que proviene de Dios y lo que proviene del mundo en el cual estamos viviendo, en donde la mentira, el egocentrismo y la maldad en general pareciera cobrar más y más fuerza con el pasar de los días.
Lo que proviene de Dios es descrito por el rey David como una “BENDICIÓN ETERNA”, un beneficio completo y sin límites en tiempo ni espacio. Lo que proviene del mundo es una “ALEGRÍA PASAJERA”. Lamentablemente, al ser humano le es más fácil, y mucho más placentero, ir detrás de esa alegría temporal, que determinarse a luchar por la bendición que proviene de Dios.
Por nuestra misma naturaleza pecaminosa, diariamente se nos presentan retos, pruebas y tentaciones que debemos enfrentar y vencer para acercarnos a esa meta llamada “bendiciones”. Y esta lucha diaria, sin el debido alimento espiritual, puede llevarnos a un estado de agotamiento extremo que nos haga optar, en determinado momento, por una salida fácil, que desafortunadamente solo traerá decepción y dolor a nuestras vidas.
Semanalmente recibo un devocional del website Biblegateway llamado “Questions Answered” (Preguntas Respondidas), y la pregunta a la que respondieron esta semana fue: “¿Dios cambia de opinión?”.
¿Alguna vez te has preguntado eso? ¿Será que Dios se arrepintió de lo que me prometió?
En ese estudio de “Questions Answered” explican la posición de Dios con dos pasajes bíblicos:
Oseas 11: 8-11
»Oh, Israel, ¿cómo podría abandonarte? ¿Cómo podría dejarte ir? ¿Cómo podría destruirte como a Adma o demolerte como a Zeboim? Mi corazón está desgarrado dentro de mí y mi compasión se desborda. No, no desataré mi ira feroz. No destruiré por completo a Israel, ya que no soy un simple mortal, soy Dios. Yo soy el Santo que vive entre ustedes y no vendré a destruir. Pues algún día la gente me seguirá. Yo, el Señor, rugiré como un león. Y cuando ruja, mi pueblo regresará temblando del occidente. Vendrán de Egipto como una bandada de aves. Regresarán de Asiria temblando como palomas y los traeré de regreso a casa», dice el Señor.
La intención de Dios siempre ha sido BENDECIR a su pueblo, su corazón se desgarra cada vez que nuestra propia actitud le impide darnos lo que nos prometió. Cada vez que nos alejamos de Su Presencia herimos su corazón, muchas veces preferimos hacer mil cosas antes de orar, de tener ese tiempo devocional con el Espíritu Santo, de congregarnos, de hablar de Él a otras personas que sabemos lo necesitan tanto como nosotros. Todo esto lo hiere, sin embargo, Él no es un ser humano, Él es Dios, y estará allí esperando que volvamos a sus brazos con un corazón humilde y humillado delante de Él.
El segundo pasaje se encuentra en Jeremías 18:5-10
“Después el Señor me dio este mensaje:«¡Oh, Israel! ¿No puedo hacer contigo lo mismo que hizo el alfarero con el barro? De la misma manera que el barro está en manos del alfarero, así estás en mis manos. Si anuncio que voy a desarraigar, a derribar y a destruir a cierta nación o a cierto reino, pero luego esa nación renuncia a sus malos caminos, no la destruiré como lo había planeado. Y si anuncio que plantaré y edificaré a cierta nación o a cierto reino, pero después esa nación hace lo malo y se niega a obedecerme, no la bendeciré como dije que lo haría.
¿Después de este pasaje en Jeremías 18, podríamos pensar que Dios no tiene una idea clara de cómo va a distribuir sus bendiciones? Definitivamente no. Dios está absolutamente claro de sus planes para la humanidad. Si Dios te da una advertencia de cómo Él desea que vivas (ese consejo viene a través de varias vías: la Biblia, la oración, tus líderes espirituales, el mensaje predicado). Si y solo sí aceptamos sujetarnos a sus requerimientos, Él de seguro nos concederá los deseos de nuestro corazón que estén dentro de Su voluntad para nuestra vida.
A veces creemos que nos merecemos todo lo bueno que Dios nos ha prometido, pero no perseveramos en serle fiel, y yo me pregunto: ¿Qué fidelidad y qué bendición le estamos reclamando a Dios, si ni siquiera somos capaces de mantener un devocional diario con ÉL? ¿Acaso nos merecemos todo de Su parte y Él no es digno de por lo menos 30 minutos diarios de las 24 horas que nos está regalando en un día?
Solo me queda preguntar: ¿Por qué lucharás? ¿Irás a conquistar tu Bendición eterna con toda la valentía y perseverancia que eso implica? ¿O te conformarás con una alegría pasajera que solo te alejará del bienestar que realmente deseas para tí y para los seres que amas?
Comparto la oración que hizo el rey David en una etapa crucial de su vida:
Salmo 51:
“Ten misericordia de mí, oh Dios, debido a tu amor inagotable; a causa de tu gran compasión, borra la mancha de mis pecados. Lávame de la culpa hasta que quede limpio y purifícame de mis pecados. Pues reconozco mis rebeliones; día y noche me persiguen. Contra ti y sólo contra ti he pecado; he hecho lo que es malo ante tus ojos. Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices y que tu juicio contra mí es justo.
Purifícame de mis pecados, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve. Devuélveme la alegría; deja que me goce ahora que me has quebrantado.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu fiel dentro de mí. No me expulses de tu presencia y no me quites tu Espíritu Santo. Restaura en mí la alegría de tu salvación y haz que esté dispuesto a obedecerte. Entonces enseñaré a los rebeldes tus caminos, y ellos se volverán a ti.
Desata mis labios, oh Señor, para que mi boca pueda alabarte.
Tú no deseas sacrificios; de lo contrario, te ofrecería uno. Tampoco quieres una ofrenda quemada. El sacrificio que sí deseas es un espíritu quebrantado; tú no rechazarás un corazón arrepentido y quebrantado, oh Dios”
Dios les bendiga!
By Itala D´Ambrosio S.
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