Thursday, May 10, 2012


10/04/2012 – ¡EXTRANJERO, Y A MUCHA HONRA!

"Cuando estaba con los judíos, vivía como un judío para llevar a los judíos a Cristo. Cuando estaba con los que siguen la ley judía, yo también vivía bajo esa ley. A pesar de que no estoy sujeto a la ley, me sujetaba a ella para poder llevar a Cristo a los que están bajo la ley. Cuando estoy con los gentiles, quienes no siguen la ley judía, yo también vivo independiente de esa ley para poder llevarlos a Cristo; pero no ignoro la ley de Dios, obedezco la ley de Cristo. Cuando estoy con los que son débiles, me hago débil con ellos, porque deseo llevar a los débiles a Cristo. Sí, con todos trato de encontrar algo que tengamos en común, y hago todo lo posible para salvar a algunos. Hago lo que sea para difundir la Buena Noticia y participar de sus bendiciones". 1 Corintios 9:20-23

Mi papá vino a vivir a Venezuela cuando tenía aproximadamente 18 años y nunca más sintió el deseo de volver a radicarse en Italia, solo iba cada cierto tiempo a visitar a sus familiares.

Recordando un poco sus hábitos y costumbres, llegué a la conclusión de que, a pesar de su deseo de vivir en Venezuela, y que se adaptó a cosas como el idioma, el clima, las leyes, entre otras cosas, mi papá nunca perdió su identidad, jamás renunció a su nacionalidad, todo lo contrario, hablaba de ella con orgullo. Él enseñó a mi mamá a cocinar al estilo italiano, y algunas palabras básicas su idioma.

En fin, Salvatore D´Ambrosio estaba seguro de su ciudadanía, y aunque vivió en Venezuela casi 50 años, nunca desaprovechó un momento en reuniones familiares ó con amigos para compartir orgullosamente historias del lugar de dónde provenía. Mucha gente conoció el pequeño pueblo de “Fontanarosa” y su gente a través de sus detallados cuentos. Tanto así, que no veía el día de viajar a Italia, y cuando tuve la oportunidad de ir a conocer ese pueblo no me sentí como una extranjera.

En los versículos que leímos inicialmente vemos que Pablo nos habla de adaptarse a los lugares, a la gente, para así compartirles de Cristo y ministrarles salvación. Así como mi papá tuvo que adaptarse para hacer amistades, tuvo que aprender el español para poder comunicarse, hacer amistades y conseguir trabajo, pero nunca perdió su nacionalidad, así también nosotros, sabiendo que nuestra nacionalidad no es de este mundo, que estamos temporalmente en este lugar, necesitamos afianzarnos en nuestra identidad mientras compartimos con aquellas personas a las cuales le damos a conocer ese lugar de donde provenimos, de una manera tal que ellos (al igual que yo lo hice con “Fontanarosa”) deseen ir y verlo con sus propios ojos.

Así que:
1.- No te avergüences de tu nacionalidad celestial.
Tal vez suena fácil, pero no lo es. Pablo habla con gran convicción de lo que hizo, pero también en otros escritos habla de las dificultades que atravesó, sin embargo perseveró y logró el propósito para el cual fue llamado, fue digno de la nacionalidad que Jesús le otorgó.

Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” Romanos 1:16

“Por eso estoy sufriendo aquí, en prisión; pero no me avergüenzo de ello, porque yo sé en quién he puesto mi confianza” 2Timoteo 1:12

2.- Entiende la diferencia entre “vivir en el mundo” y “vivir como el mundo”: hemos sido colocados en el mundo para dar testimonio y mostrarle que nuestra ciudadanía es la mejor, no para que ellos nos convenzan de renunciar a ella.

Trabajando con un grupo de misioneros para los países árabes, escuché el caso de una misionera que fue enviada a una ciudad musulmana y al poco tiempo, y para el asombro de muchos, renunció a sus creencias cristianas y se convirtió al islamismo para casarse con un residente de ese lugar.

15 No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno. 16 Al igual que yo, ellos no pertenecen a este mundo. Juan 17:15

11 Queridos amigos, ya que son «extranjeros y residentes temporales», les advierto que se alejen de los deseos mundanos, que luchan contra el alma. 1Pedro 2:11


Nuestra esperanza es que, mientras “vivimos en el mundo” como extranjeros, podamos animar a otros a anhelar cambiar su nacionalidad a la nuestra, y así venir algún día con nosotros al lugar al cual realmente pertenecemos.


“En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, donde vive el Señor Jesucristo; y esperamos con mucho anhelo que él regrese como nuestro Salvador”. Filipenses 3:20

Jesús les dijo a sus discípulos: “»No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso les habría dicho que voy a prepararles un lugar?” Juan 14:1-2

Itala D´Ambrosio S.

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