Esta vez siento la necesidad de recordar algunos de esos conceptos con ejemplos más concretos, considerando que aún estamos a tiempo de corregir ciertas fallas y alcanzar la excelencia que Dios merece y espera de nosotros.
Existe un tema que he estado investigando por meses: ÉTICA. Ha sido interesante abordarlo en el área familiar y académica, pero esta vez lo enfocaremos en el área ministerial. A decir verdad, la ética es una sola, si hacemos lo correcto en casa también lo haremos en la iglesia y viceversa. Y si no es así, más temprano que tarde tenga la plena certeza de que Dios sacará todo a la luz.
Dentro de lo que es la voluntad de Dios para nuestra vida está el congregarnos. (He 10:25) Congregarse no solo significa asistir a las reuniones de la iglesia, esto también implica integración a esa gran familia. Cuando íbamos a la escuela no bastaba con asistir para aprobar las materias; cuando vamos a nuestro trabajo no es suficiente con marcar la tarjeta de entrada y salida para que nos paguen un sueldo, hace falta que compartamos con nuestros compañeros y trabajemos en equipo para que las metas se cumplan; es necesario respetar el código ético y estudiar el manual de normas y procedimientos de la empresa para generar beneficios en lugar de pérdidas. Algo muy parecido debemos tomar en cuenta cuando decimos formar parte del cuerpo de Cristo.
Sin más preámbulos, mi único punto en este artículo es el siguiente:
Soy un miembro notable y NOTORIO del cuerpo de Cristo, un ejemplo a seguir públicamente:
“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”. Rom 12:4-5
Absolutamente ningún miembro, por menor que sea su participación, pasa desapercibido en la casa de Dios. Todos somos notorios, desde el pastor hasta la persona que entregó su vida a Jesús ayer. Cada uno de nosotros cumple una función muy importante, incluso cuando estamos sentados escuchando al predicador ó de pie entonando una canción, allí mismo estamos ministrando a quienes están a nuestro alrededor y nos observan.
Es por esa razón que me parece importante hablar de algunas situaciones a fin de reflexionar sobre ellas y corregirlas antes de que las personas que vienen llegando a nuestra iglesia las vean como “normal”.
Por ejemplo: si sabemos que el servicio tiene una duración aproximada de 1 hora y 30 minutos ¿por qué no somos lo suficientemente precavidos en cuanto a comer, beber, ir al baño ó consultar cualquier cosa que tengamos en mente antes de que comience el servicio?, de esa manera evitaríamos interrumpir el mensaje del predicador al levantarnos de nuestros asientos una, dos y hasta más veces. Tal vez pensamos que no estamos interrumpiendo pero, a decir verdad, si lo hacemos, nos dejamos usar como instrumento de distracción tanto para el que está en el púlpito como para los que están en sus asientos.
Por otro lado, el momento de la ministración para muchos pareciera no ser tan importante. Desde la parte posterior de la iglesia observo como algunas personas son literalmente expulsadas de sus asientos, me recuerdan esas películas de guerra en donde el piloto ve una señal de peligro encenderse y presiona un botón, saliendo disparado lejos de su avión de combate a punto de estallar, lamentablemente esa misma señal pareciera encenderse cuando el predicador menciona las palabras “vamos a orar”.
El año pasado tuve la oportunidad de ver la obra “El Cascanueces” en el teatro Teresa Carreño (aprovecho para destacar el talento venezolano y la altísima calidad de su producción). Cuando se asiste a este tipo de eventos usted se da cuenta que si osa interrumpir alguna escena haciendo algún comentario a su acompañante, los que están a su alrededor comienzan a verlo como a un extraterrestre, y hasta podrían pedir que desaloje la sala solo por tomar algunas fotos con una cámara ruidosa y flash.
También tuve la oportunidad de presenciar una participación de la Orquesta Sinfónica de Venezuela dirigida por nuestro talentoso Gustavo Dudamel, y déjeme decirles que ni se le ocurra estornudar mientras la pieza musical es interpretada.
Estas son muestras de respeto por el talento y trabajo de otros, señales de admiración hacia aquellos que usted gustosamente pagó por ver. Entonces me pregunto:
- ¿Sería posible que mostremos el mismo respeto y admiración por aquellas personas esforzadas y valientes, quienes toman el micrófono cada semana para comunicarnos lo que ya Dios les ha revelado a ellos?
- ¿Acaso será necesario imponer la cancelación de una entrada por un monto exorbitante en bolívares para que se le de la importancia debida a la reuniones a las cuales asistimos cada miércoles y domingos, y cuyo director es nada más y nada menos que Aquel que es por sobre todo nombre y reino? (Amos 4:13/Fil 2:9)
- ¿Por qué entonces no podemos demostrar la misma paciencia y esperar a que los pastores ó líderes despidan el servicio para ir a maquillarnos, peinarnos, conversar acerca de lo que vamos a hacer al salir de la reunión, ir al baño ó hacer fila en la venta de comida?
En el colegio nos enseñan desde pequeños las famosas “normas del buen hablante y del buen oyente”, cumpliendo estas simples normas demostramos educación, respeto y valoración a la presencia de Dios, Su Palabra y a quienes se toman el tiempo y esfuerzo por instruirnos, exhortarnos y consolarnos cada semana.
Con respecto a los más pequeñitos, quisiera recordar textualmente aquello que dije en el artículo “Ética en la familia”:
Padres, este mensaje es para ustedes: Dios los ha bendecido dándoles hijos para que sean instruidos con amor disciplinado (Heb 12:4). Si usted no corrige a su hijo de niño mucho menos lo podrá hacer de adulto, y el daño estará hecho, no para usted, sino para el futuro de esos pequeños herederos que el Señor puso confiadamente en sus manos.
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. (Prov.22:6)
Una psicóloga, especialista en casos de familia, dijo en su programa de televisión: “Conducta que no se corrige, conducta que se repite. ¿Usted quiere que su hijo siga cometiendo los mismos errores?, entonces no lo discipline y así seguirá tropezando una y otra vez sin que nadie lo detenga”.
Cuando vemos a un niño corriendo alrededor de la iglesia en plena reunión muchos son perturbados, desenfoca ver a ese niño haciendo simplemente lo que mejor le place sin una autoridad que lo controle, porque al fin y al cabo es un niño y necesita ser orientado. He observado que a otros aún más pequeños les traen sonajeras y he visto la incomodidad de las personas sentadas a su alrededor a quienes se les hace imposible concentrarse en el mensaje cuando tienen un “tilin-tilin-tilin-tililinnnn” a su lado.
Aprovecho también para aclarar que la labor del personal de Protocolo no incluye el cuidado de los niños, por supuesto ellos estarán alerta en caso de cualquier situación inesperada, pero la iglesia, por ahora, no consta de una guardería, y mientras esto sea así, cada padre es totalmente responsable de la conducta de su hijo. El mejor ejemplo que podría darles es el de los mismos pastores, quienes bajo ningún concepto permiten a José Miguel apartarse de ellos ó de sus familiares.
“Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe”. (Heb13:7)
Lejos de avergonzar a cualquier persona que pueda sentirse identificada, mi mayor deseo es que juntos reflexionemos acerca de la conducta que todos, como representantes de Cristo, debemos desarrollar y mantener. Necesitamos recordar que otros harán lo que nosotros hacemos. Somos ejemplo para aquellos nuevos creyentes que nos observan e imitan, consciente ó inconscientemente.
“Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía”. Hec 8:5-6
“Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración?” Luc 12:42
En estos tiempos hemos llegado a un nivel de irreverencia dentro de la misma casa de Dios que es verdaderamente alarmante, debemos corregirlo ahora que el Señor nos está dando un poco más de tiempo. Esta es una forma de demostrarle a Dios que verdaderamente santificamos su nombre.
Particularmente, amaría tener la dulzura y sabiduría con la que los pastores nos corrigen e igual salimos sonriendo de su oficina, pero de corazón espero que todos podamos salir con una gran sonrisa de nuestras reuniones, y no con más cargas de las que tal vez ya traemos al llegar.
Finalmente, también aprovecho esta oportunidad para pedir perdón a Dios, los pastores, líderes y consiervos si en algún momento, sin darme cuenta, mi comportamiento ha sido piedra de tropiezo para alguno de ellos.
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos”. Rom 13:1-2
By Itala D´Ambrosio S.
20 nov 2010
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