Mateo 26:36-38
"36 Entonces Jesús fue con ellos al huerto de olivos llamado Getsemaní y dijo: «Siéntense aquí mientras voy allí para orar». 37 Se llevó a Pedro y a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y comenzó a afligirse y angustiarse. 38 Les dijo: «Mi alma está destrozada de tanta tristeza, hasta el punto de la muerte. Quédense aquí y velen conmigo»."
He conocido personas que en tiempos de angustia reaccionan de distintas maneras, los he dividido en tres grupos:
1) Los auto-suficientes: es el grupo de personas que, a pesar de estar atravesando una crisis bastante fuerte, tratan de aparentar que todo está bien. Si ocupan una posición de autoridad (ya sea en la familia, trabajo o ministerio) y les preguntas cómo se sienten, te responderán que están muy bien y, de manera inmediata, te devolverán la pregunta con una sonrisa para complementar la careta de "estoy muy bien".
Son el tipo de personas que ni siquiera buscan ayuda entre sus mejores amigos, por considerarlo un símbolo de debilidad o perdida de autoridad entre los que le rodean. Sin embargo, aunque no lo digan, rara vez pasa desapercibida su situación.
2) Los auto-compasivos: todo lo contrario a los auto-suficientes. Este grupo se desviven en manifestar cuán indefensos están en este mundo. Piden ayuda hasta para respirar, hablan de si mismos como que si fueran los nuevos mártires de este siglo. Van contándole sus problemas a todos los que se consiguen en el camino, y rara vez siguen un buen consejo. "Nadie me comprende" "¿Por qué me pasa esto a mi?" "Dios no me escucha" son frases típicas de este grupo de personas.
Se toman muy en serio el papel de víctima, y rechazan a todo aquel que les diga "cambia tu actitud, tu puedes salir adelante" porque consideran que ellos no tienen parte de culpa en el problema que atraviesan. Cualquier persona es culpable menos ellos.
3) Los honestos con sabiduría: este último grupo es, definitivamente, el que debe quedar arraigado en su carácter, y es el tipo de personas que ante una situación de dificultad se comportan como Jesús lo hizo en el pasaje que leímos al principio. Jesús fue honesto, él reconoció su dolor delante de Dios, de sí mismo y de sus mejores amigos (que también eran discípulos), Jesús no escatimó en expresar sus sentimientos, su angustia, su tristeza, pero lo hizo ante personas que consideraba sus amigos, ante la gente más cercana y la que él consideraba de confianza, personas que lo amaban. Allí entra la sabiduría que también debemos manejar.
Jesús fue totalmente honesto pero también sabio. Si usted está en el primer grupo, aprenda a apoyarse en la gente que lo ama y desea lo mejor para usted, gente que puede darle un consejo digno de ser escuchado y seguido.
Si por el contrario está en el segundo grupo, aprenda a meditar en qué debe aprender de esa situación y en qué grado es usted el culpable de ese problema para que no vuelva a incurrir en el mismo error en el futuro, no cuente sus problemas a todo el mundo, solo a aquellas personas que realmente pueda ayudarlo a edificar sobre las ruinas.
En conclusión, independientemente del problema que estés atravesando, pregúntate: ¿Si Jesús estuviera en mi lugar qué haría?, y luego vuelve a leer Mateo 26:36-38.
Dios les bendiga!
Itala D'Ambrosio S.
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