El púlpito es definitivamente una zona de guerra, un terreno en
donde se libra una aguerrida batalla espiritual. Los adoradores son ese primer
batallón de soldados valientes que sale al frente para preparar el terreno, a
ellos le siguen los que compartirán la Palabra de Dios (tanto al que instruye
acerca de los diezmos y ofrendas, como al predicador principal).
Gálatas 6:6 “El
que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo
instruye”
Está reflexión va dirigida específicamente al predicador, quien es la persona que tiene la
gran responsabilidad de transmitir a la congregación un mensaje de parte de
Dios. Si hubiésemos nacido en los tiempos en que el pueblo de Dios estaba
cautivo en Egipto, nuestro predicador se llamaría Moisés. Y en caso de haber vivido durante la muerte y
resurrección de Jesús, los predicadores que hubiésemos escuchado serían: Pablo,
Timoteo, Juan, Pedro, Tito, entre otros.
Aunque
he tenido el privilegio de predicar pocas veces, le doy gracias a Dios porque cada
una de ellas me ha llevado a valorar a la persona que valientemente toma el
micrófono y comienza a librar una batalla espiritual, tanto personal como
colectiva.
Hablo
de una batalla personal porque el predicador debe superar sus temores, debe
derribar todo obstáculo que se pueda levantar a través de los pensamientos,
malestar físico, entre otros.
Menciono
una batalla colectiva porque quien predica está ubicado en una posición
en donde observa todo y a todos, se da cuenta quién está alegre, triste, despierto,
dormido, incluso sabe quien bebió agua en exceso porque lo ve levantarse e ir al
baño tres y cuatro veces durante la prédica.
El
predicador observa silenciosamente al hermano que se quita los zapatos y al que
solo le ve la frente, porque no está sentado sino que escucha la prédica casi acostado.
Mientras observa eso entre las líneas de su mensaje, escucha celulares
repicando a máximo volumen y a cierto grupo de personas que, aparentemente, tenían
meses que no se veían y decidieron ponerse al día allí mismo.
Por
otro lado, están algunos niños que, a pesar de su corta edad, creo que asisten
solos a la iglesia, porque corren, saltan y gritan sin una autoridad que los
limite, no obedecen al protocolo, y mientras
tanto, el predicador sigue allí, tratando de continuar con el siguiente punto
de su mensaje, a pesar de todas esas imágenes y ruidos.
Llega
a un punto en su humanidad, que debe preguntarse “¿en dónde se habrá quedado el
padre de este niño tan pequeño? ¿Qué le pasará a aquella hermanita que viene de
su casa recién bañadita a dormir acá en primera fila?”. Y no descartemos al enemigo,
quien no para de lanzarle dardos directo a su mente: “¿cuántas veces te voy a
decir que tú no sirves para esto? ¿Acaso no ves con tus propios ojos que la
gente no quiere escuchar el mensaje traes de parte de Dios? Míralos, aburridos,
dormidos, conversando, para nada tanto esfuerzo y dedicación, retírate”
Es
por esto que quisiera compartir algunas características dignas de destacar
acerca de quién es realmente el predicador y la importancia de la labor que
realiza, en 1 Timoteo, capítulo 1, encontramos lo siguiente:
1-
QUIEN MINISTRA DESDE EL PULPITO ES UN
INSTRUMENTO PARA BENDICIÓN:
V.5:
“El propósito de mi
instrucción es que todos los creyentes sean llenos del amor que brota de un
corazón puro, de una conciencia limpia y de una fe sincera”
La
meta de todo predicador es ser un instrumento de restauración para quienes lo
escuchan, porque el mensaje que transmite ha sido un trato de Dios para con su
propia vida. No permita que el enemigo le robe otra de las oportunidades de renovación
que Dios le ofrece en cada reunión semanal.
2-
QUIEN MINISTRA DESDE EL PULPITO ES
DESIGNADO POR DIOS:
V.12: “Le doy gracias a Cristo Jesús nuestro
Señor, quien me ha dado fuerzas para llevar a cabo su obra. Él me consideró
digno de confianza y me designó para servirlo”.
La
persona que tiene en frente, con micrófono en mano, está allí porque Dios mismo
lo colocó, le trae una palabra fresca directamente del corazón del Señor, ¿no
cree usted que vale la pena prestarle el 100% de su atención?
3-
QUIEN MINISTRA DESDE EL PULPITO ES
HUMANO:
V.16: “Pero Dios tuvo misericordia de mí, para
que Cristo Jesús me usara como principal ejemplo de su gran paciencia con aún
los peores pecadores. De esa manera, otros se darán cuenta de que también
pueden creer en él y recibir la vida eterna”.
Muchas
veces tenemos la tendencia a pensar que aquel que ministra debe ser perfecto, el
único ser que ha vivido sobre la tierra y nunca pecó se llama Jesús, sólo por
Su gracia es que personas tan humanamente imperfectas, como el mismo Pablo
aclara, son escogidos para llevar el mensaje de Jesús a otros.
Este
es un llamado a desechar el juicio, si alguna vez ha preguntado: ¿quién predica
hoy? para decidir si va o no a una de las reuniones semanales, lamento decirle
que está juzgando al ministro que Dios determinó como el ideal para ese momento
en específico. Y lo expreso porque yo misma alguna vez caí en este sutil
disfraz con el que a veces vestimos lo que no tiene otro nombre que “juicio”.
4-
QUIEN MINISTRA DESDE EL PULPITO ES UN
GUERRERO ESPIRITUAL:
V.18-19:
“Timoteo, hijo mío,
te doy estas instrucciones, basadas en las palabras proféticas que se dijeron
tiempo atrás acerca de ti. Espero que te ayuden a pelear bien en las batallas
del Señor. Aférrate a tu fe en Cristo y mantén limpia tu conciencia. Pues
algunas personas desobedecieron a propósito lo que les dictaba su conciencia y,
como resultado, su fe naufragó”.
La
persona que le habla desde el púlpito no es alguien que los pastores escogen
porque les cae bien ó porque no tienen otras opciones. Todo lo contrario, la
selección de los ministros se hace con cautela, guiados por el Espíritu
Santo, de hecho, los pastores asumen la responsabilidad de asesorar al
predicador con días de antelación, revisando el mensaje que compartirán. Esto
nos habla del cuidado y amor que tienen por su congregación.
Cada
vez que hablamos de los maravillosos planes que Dios tiene para nuestras vidas
entramos en una guerra espiritual, en el mismo momento que el predicador está
preparando el mensaje también comienza una batalla contra un enemigo que no
tendrá compasión, un rival que no descansa. Es por esto que Pablo le insiste a Timoteo
en aferrarse a su fe, a la palabra profética que recibió tiempo atrás y a mantener
limpia su conciencia.
Para
concluir, esta reflexión va dirigida principalmente a ese grupo de personas que
están comprometidas en la iglesia. Es importante que todos podamos dar ejemplo
con nuestra propia actitud a aquellos a quienes estamos ganando y consolidando.
John
Maxwell dice: “LA GENTE HACE LO QUE LA GENTE VE”. Hagamos que imiten lo bueno
entonces, apoyemos al que valientemente aceptó el reto de subir a ese campo de
batalla espiritual llamado “púlpito”, porque lo hace por amor a quién lo llamó:
Dios, pero también lo hace porque ama a cada persona que estará allí para
recibir la bendición que le trae en ese día.
Como
decía el predicador Yimy Alvarado el día de ayer “sé que mi mensaje va a
incomodar a algunas personas, pero es necesario transmitirlo, Dios desea que
trabajemos en unidad. La omisión es un pecado”.
“Recuerden que es pecado saber lo que se debe
hacer y luego no hacerlo” Santiago 4:17
Algunos
son pastores, otros apóstoles, algunos profetas, maestros y otros evangelistas,
pero TODOS hemos sido llamados a ser MAYORDOMOS.
Tito
2:15 “Debes enseñar estas cosas y
alentar a los creyentes a que las hagan. Tienes la autoridad para corregirlos
cuando sea necesario, así que no permitas que nadie ignore lo que dices”
Dtb!
Itala D´Ambrosio S.
18/10/12
www.dambrosioitala.blogspot.com