UNIDOS
EN EL DOLOR
Dificultades
y privaciones de Pablo
"Vivimos de tal manera que nadie tropezará a causa de nosotros, y nadie encontrará ninguna falta en nuestro ministerio. En todo lo que hacemos, demostramos que somos verdaderos ministros de Dios. Con paciencia soportamos dificultades y privaciones y calamidades de toda índole. Fuimos golpeados, encarcelados, enfrentamos a turbas enfurecidas, trabajamos hasta quedar exhaustos, aguantamos noches sin dormir y pasamos hambre. Demostramos lo que somos por nuestra pureza, nuestro entendimiento, nuestra paciencia, nuestra bondad, por el Espíritu Santo que está dentro de nosotros y por nuestro amor sincero. Con fidelidad predicamos la verdad. El poder de Dios actúa en nosotros. Usamos las armas de la justicia con la mano derecha para atacar y con la izquierda para defender. Servimos a Dios, ya sea que la gente nos honre o nos desprecie, sea que nos calumnie o nos elogie. Somos sinceros, pero nos llaman impostores. Nos ignoran aun cuando somos bien conocidos. Vivimos al borde de la muerte, pero aún seguimos con vida. Nos han golpeado, pero no matado. Hay dolor en nuestro corazón, pero siempre tenemos alegría. Somos pobres, pero damos riquezas espirituales a otros. No poseemos nada, y sin embargo, lo tenemos todo".
En
esta carta a los Corintios, Pablo expone los obstáculos que se le presentaron
desde el mismo momento que decidió asumir el llamado que Jesús le hizo. No solo
expresa la problemática, sino cómo logró superarla y usarla a favor del trabajo
que le había sido encomendado.
En
esta carta a los Corintios, Pablo expone los obstáculos que se le presentaron
desde el mismo momento que decidió asumir el llamado que Jesús le hizo. No solo
expresa la problemática, sino cómo logró superarla y usarla a favor del trabajo
que le había sido encomendado.
Vemos
en estos versículos como fueron maltratados, humillados, torturados sin piedad
alguna, y paradójicamente, esas situaciones parecieran haberlos unido mucho más
de lo que estaban antes de sufrir todas las vejaciones que Pablo describe.
El
versículo 10 dice: “Hay dolor en nuestro corazón, pero siempre tenemos alegría. Somos
pobres, pero damos riquezas espirituales a otros. No poseemos nada, y sin
embargo, lo tenemos todo.”
Definitivamente
todos llevamos un dolor, una preocupación, una inquietud en nuestro corazón, en
mayor o menor grado, pero eso no debe impedirnos testificar del gozo que Jesús
trajo a nuestras vidas. Quizás aún no hemos alcanzado todas nuestras
bendiciones terrenales, no obstante, eso no puede limitarnos en dar a otros de
la herencia celestial que ya nos fue entregada en la Cruz del Calvario. Tal vez,
por el momento, no tenemos todo lo que deseamos, sin embargo, no podemos perder
la fe en lo que está por venir.
Meditaba
en la parte que dice: “Hay un dolor en nuestro corazón”, e imaginaba a Pablo
escribiendo esta frase, a solas con sus emociones, reclinándose sobre el
espaldar de su silla para re-leerla y admitirla públicamente (porque él sabía
que esa carta seria leída por muchos en ese tiempo, y aún hoy lo seguimos
haciendo). Este hombre de convicción inquebrantable, autosuficiente, aguerrido,
enérgico y audaz, entre algunas de sus cualidades, estaba allí, reconociendo
que había un dolor en su corazón y en el resto de su equipo de trabajo, ó “red”
como lo llamaríamos en la visión con la cual trabajamos actualmente.
Hago
esta introducción a fin de soportar mi primer punto:
1.- TODOS TENEMOS UN DOLOR EN NUESTRO
CORAZÓN:
Consciente
o inconscientemente todos llevamos con nosotros algo que nos inquieta, nos
incomoda, alguna situación que preferiríamos que no existiera, tal vez es un
problema físico (enfermedad propia, de un familiar ó amigo), quizás es un
problema financiero, familiar, laboral ó ministerial, en fin, todos tenemos
algo por lo cual clamar a Dios, esa es una verdad absoluta.
En
2Corintios 7:5 Pablo dice:
“Cuando llegamos a
Macedonia, no hubo descanso para nosotros. Enfrentamos conflictos de todos
lados, con batallas por fuera y temores por dentro”
Aquí
el apóstol habla claramente de lo que causaba dolor en ellos: “batallas por
fuera” y “temores por dentro”.
- “BATALLAS POR FUERA”:
Así
como ellos libraron batallas por predicar la Palabra de Dios, así también
nosotros experimentamos rechazo en ciertos lugares, y también nos ha tocado
defender nuestras creencias, por supuesto, no de la misma forma, y le damos
gracias a Dios por eso, pero nuestras luchas diarias también causan un dolor
que a veces parece imperceptible, pero está allí, en el corazón.
Libramos
batallas en las relaciones familiares, en el trabajo, en los estudios, en una
sociedad mal llamada “de mente abierta”, e incluso algunas veces debemos
respirar profundo ante ciertas situaciones dentro de la misma iglesia. Y esto
pasa justamente porque TODOS estamos enfrentando un dolor en nuestro corazón y
en ocasiones no sabemos cómo manejarlo.
- “TEMORES POR DENTRO”:
El
temor definitivamente duele, estremece nuestra fe, mella nuestra perseverancia,
obstaculiza todo proyecto, sueño o anhelo que traiga bendición a nuestras
vidas.
¿A qué
le teme la mayoría de la gente? A la traición, enfermedad, soledad, pobreza,
fracaso, violencia, caer en tentaciones (debilidades de carácter), morir,
envejecer, entre otros.
¿A qué
le temes tú? ¿Qué batalla libras cada vez que sales a la calle? ¿Cuál es el
dolor, inquietud, interrogante que hay en tu corazón? Haz como Pablo, ve a un
lugar donde puedas estar a solas con tus emociones, lleva contigo papel y lápiz,
y abre tu corazón.
Para
que otras personas nos abran su corazón, primero debemos estar dispuestos a
abrir el nuestro, Pablo lo hizo:
“¡Oh, queridos amigos corintios!, les hemos
hablado con toda sinceridad y nuestro corazón está abierto a ustedes. No
hay falta de amor de nuestra parte, pero ustedes nos han negado su amor. Les pido que respondan como si fueran mis propios hijos.
¡Ábrannos su corazón!
(2 Corintios 6:11-13)
Ahora
bien, no todo es dolor, en Jesús siempre hay esperanza, hay paz, aliento de
vida que viene como brisa fresca para aquellos que buscamos su pronto auxilio,
y ese aliento de vida lo ministra a través de ti y de mi, por lo tanto presta
mucha atención al segundo punto:
2.- TODOS TENEMOS UN TITO ENVIADO POR DIOS:
“6 Pero Dios, quien alienta a los
desanimados, nos alentó con la llegada de Tito. 7 Su presencia fue una alegría, igual que la
noticia que nos trajo del ánimo que él recibió de ustedes. Cuando nos dijo
cuánto anhelan verme y cuánto sienten lo que sucedió y lo leales que me son,
¡me llené de alegría!”
Imagino
a Tito llegando al lugar donde se encontraba Pablo desanimado, cabizbajo,
cansado de tantas batallas y herido por sus temores. Entra y lo abraza con
fuerza, ignorando su rostro agotado lo mira a los ojos y con gozo comienza a
relatarle lo que Dios ha hecho, con emoción le describe la transformación
milagrosa de toda esa gente que en un principio los rechazó, y sigue diciéndole
que cuenta con su apoyo, casi puedo ver la escena en donde Tito sostiene los
hombros de Pablo con fuerza y le dice: “Estoy contigo, no estás solo, lloraré
tus angustias y danzaré con tus alegrías, porque somos uno en Cristo, jamás lo
olvides Pablo”.
Tu y
yo somos ese “Tito” a quien Dios le ha dado autoridad para soplar aliento de
vida sobre el desanimado, para declarar restauración donde solo habían grietas.
¿Acaso piensas que Tito no tenía problemas? ¿Fue Tito ejemplo de perfección?
Ningún ser humano lo ha sido ni lo será jamás porque el único perfecto es Dios.
Sin embargo, el hecho de que diariamente debemos lidiar con un dolor o inquietud
no nos exonera de ser esos Titos, y quien diga que no puede, hoy le digo que
esa es una mentira de Satanás para alejarlo de una de las funciones más importantes
que cualquier cristiano tiene: ser parte de un cuerpo llamado “CRISTO”.
Jamás
serás parte del cuerpo si no te relacionas, interactúas y ayudas a los otros
componentes del cuerpo. ¿Podrás acaso ser los ojos y no ver? Imposible, porque
harás tropezar a las piernas y TODO el cuerpo caerá al suelo. ¿Podrás acaso ser
pulmones y no recibir oxigeno?, jamás, porque el cerebro se atrofiará y se
paralizará el resto de los órganos. Y así sucesivamente.
¿Has
sido un órgano inerte dentro del cuerpo de Cristo hasta hoy? ¿Has visto a
alguien desalentado y simplemente continuaste tu camino para evitar
involucrarte en su problema? ¿Sientes que no estás en capacidad de ayudar a
otros por causa de tus propios problemas? Pues la verdad es que todos los que
conocemos la Palabra de Dios, nos congregamos y hemos aprendido disciplinas
espirituales básicas como la oración y el ayuno, gozamos de plena autoridad y
es nuestro deber alentar a los que están a nuestro alrededor. ¿Si no lo hacemos
con nuestros consiervos, podremos hacerlo con nuestros discípulos?
Seamos
ese Tito que nuestro consiervo necesita. Por otro lado, Pablo era el líder,
pero a través de Tito renovó sus fuerzas. Erradica de tu mente el pensamiento
de que tu líder tiene el deber de ministrar pero no el derecho a recibir
ministración, aliéntalo, clama por él, ayúdalo en todas las áreas que puedas,
te aseguro que nada de lo que hagas en este sentido será en vano.
“Como colaboradores de Dios, les
suplicamos que no reciban ese maravilloso regalo de la bondad de Dios y luego
no le den importancia. (2 Corintios 6:1)
Para
concluir quisiera recordarte que nadie sintió más dolor en su corazón que
Jesús, sin embargo, eso nunca lo hizo dudar de su propósito en este mundo, todo
lo contrario, ese dolor sirvió de ejemplo para mostrarnos que,
independientemente de las dificultades, si podemos llegar a la meta, si podemos
ser bendecidos y bendecir a otros bajo cualquier circunstancia.
En
esta carta a los Corintios Pablo sigue diciendo que el dolor que causa el mundo
resulta en muerte espiritual, pero el quebrantamiento que viene de Dios produce
un arrepentimiento genuino en nosotros, y por consiguiente un cambio en nuestro
carácter que nos acerca más a Él y a la materialización de sus promesas.
El
Señor ya dispuso Titos a tu alrededor (consiervos, líder, pastores) a través de
los cuales recibirás la ayuda que necesitas para continuar. Y también recuerda
que tu eres el Tito que tus familiares, consiervos, discípulos, líderes,
pastores y toda persona a tu alrededor necesita para renovar sus fuerzas y
continuar. Confiarán en ti porque el Espíritu de Dios es quien actúa a través
de tu testimonio.
“Ahora
estoy muy feliz porque tengo plena confianza en ustedes” (2Corintios 7:16)
By
Itala D´Ambrosio S.
19/06/2012